miércoles, 21 de enero de 2015

Bendice, alma mía, a Jehová...

                                                     Foto: Archivo personal

¿Es fácil bendecir a Dios en medio de la angustia? - ¡No!, para nada. Es más fácil llorar, gritar, enojarse y hasta dormir. La razón es porque en medio de las pruebas olvidamos todo lo bueno que nos ha dado. Olvidamos darnos a si mismos las palabras claves para regular nuestras emociones y nuestros sentimientos. Sucumbimos a la no esperanza.

El Salmo 103 inicia con este versículo: "Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser tu santo nombre". Bendice alma mía... es un recordatorio, algo como: hey! parte mía, parte importante mía... bendicelo, no lo olvides!

Más adelante en el versículo 2, dice: "... no olvides ninguno de sus beneficios". Este recordatorio se da porque tendemos a olvidar que antes de ese mal trago, muchas cosas buenas han venido de Él y que la Biblia está cargada de promesas que si las declaramos creyendo serán.

Cuán afligida puede estar nuestra alma para no bendecirlo... conozco exactamente ese punto en el que no quieres decir nada, ni reclamar, ni pedir porque simplemente estás cansado y enmudeces. Es entonces cuándo es urgente alzar, bajar o cerrar los ojos y decirnos a nosotros mismos: ...Bendice alma mía!

Entre ese agradecimiento- clamor, entre esa perdida total, debilidad y desesperanza, recordarlo puede hacer la diferencia para que todo cambie!





martes, 20 de enero de 2015

¿Recuerdas tu primer amor?

                                 Imagen tomada de: http://www.paulrayden.com/

Creó que mi primer amor fue mi familia. Recuerdo haber sido una niña muy feliz. Aunque en casa hubo crisis familiares por temporadas, faltas económicas y en el camino pruebas, siempre fui una bendecida por la familia que tengo.

Pero fue precisamente el amor que sentía por mi familia el que me llevó a acudir a quien ha sido  mi gran amor hasta hoy y espero hasta siempre. En medio de una crisis y teniendo tan solo 6 años, encontré en Jesús la más bella mirada de amor y compasión por mis padres y los problemas que tenían como pareja. Recuerdo haberlo recibido en mi corazón con una convicción que ahora envidio: sin reparos, creyendo y entregándome totalmente.

Muchas personas dicen que el evangelio, las creencias religiosas y la dependencia a ella entra en la vida de las personas que tienen necesidad de algún tipo, Marx decía que la religión es el opio del pueblo; los ateos aseveran que las mentes débiles e ignorantes se nutren de la fe que no es más que una especie de magia a la que ingenuamente nos rendimos. Yo creo que, aunque recibí a Jesús siendo una niña que no conocía ninguna teoría psicológica, social, antropológica, científica o filosófica y todas las demás bases sobre las cuales el pensamiento estructure su negación a Dios, ni siquiera conociendo ahora estás posturas, dejaría de creer en Él.

La razón por la cuál a pesar de haber pasado y pasar constantemente por situaciones en las que sería más fácil no creer, es que al igual que no podría vivir sin leer un libro, no podría estructurar las áreas de mi vida sin darme cuenta que ocurren cosas que yo no regulo pero que siempre terminan estando a mi favor y no se trata de suerte o de casualidad, sino de causalidad. Una causa superior a mi se mueve.

No puedo decir que soy una mujer llena de fe, creo que es mínima al lado de muchas otras personas que pueden dar mejor testimonio con sus vidas que yo, pero estoy segura que jamás podría olvidar a mi primer amor, al único que nunca me ha decepcionado aunque a veces le discuta por que las cosas no salen como quiero.

Quizás ese ya sea un tipo de fe... ¡así que no estoy tan lejos de mover una montaña!